viernes, 11 de febrero de 2011
sábado, 18 de diciembre de 2010
DIOS-CON-NOSOTROS
Es evidente el silencio que se quiere hacer de todo lo que llame a la conciencia a ser conciente, a la conciencia moral a hacerse cargo con responsabilidad. Se la silencia con mucho ruido, se la oculta detrás de muchos discursos y de muchas palabras, de muchas ideologías y con muchos pretextos. Se grita mucho para que nadie hable. Se dice cualquier cosa para que la verdad no suene. Se sacan los "textos" de sus "contextos" para usarlos como "pretextos" para disfrazar lo que se ha dicho con verdad.
Se insiste en que el hombre es autónomo, que no necesita ni de Dios. Se insiste en llevar a la fe y a la religión al ámbito privado. Se insiste en quitar todo lo que tenga que ver con lo cristiano. Se insiste en vivir como si Dios no estuviera, no exisitiera. Como si Él no estuviera más con nosotros.
Pero Dios está con nosotros. Mal que les pese. Y se muestra de formas que nadie puede imaginar. El contemplador tiene que contemplar para verlo...
Porque de una virgen desconocida para el mundo, en un territorio muy pequeño para el mundo, en un pueblito desconocido para el mundo, en un pesebre más desconocido aún, nació Dios-con-nosotros hecho un bebé, sin que el mundo se percatara de su nacimiento más que aquellos simples, pobres y orantes buscadores de Dios, a quienes el mismo Dios les anunció previa y actualmente la buena noticia, la gran alegría: ¡Les ha nacido el Salvador! Y este signo encontrarán: hallarán a un bebé recién nacido en un pesebre...
Desde esa impresionante pequeñez son realzadas todas las otras pequeñeces, así consideradas por los que se tienen a sí mismos por grandes, por las que Dios se manifiesta con nosotros: las bondades de la Madre y de las madres, de José y de los muchos padres del mundo, las bondades de muchos hijos, de muchos vecinos, de muchos orantes, de muchos simples y pobres, de muchos que se alegran por la noticia de Dios, de muchos que comparten esa noticia y evangelizan, las bondades de los que defienden a los inocentes contra las atrocidades de los temerosos de perder su "poder", las bondades de una naturaleza que vuelve a nacer, se vuelve a adaptar, nos vuelve a regalar sus riquezas para que el ser humano viva... Dios se manifiesta en las comunidades que se dejan guiar por su Espíritu, en los simples y dóciles a su Voluntad amorosa, en los obedientes y fieles al querer del Señor, en los convertidos en verdaderos discípulos en la simplicidad diaria de su vida, en los que pasan haciendo el bien, en los que consuelan, en los que sirven, en los que acompañan a los solos, en los que son honestos y honrados, en los que cuidan el valor de la palabra dada, en los que buscan humilde y honestamente la verdad y la comparten con actitud de servicio y paciencia, en los que educan y reeducan para ayudar a las personas humanas a ser gozosamente humanas, en los que trabajan el campo con la responsabilidad de administrarlo para bien de los que vienen después, de los que hacen las industrias con el fin de mejorar la vida del hombre para que sea más digna, de los que están en la política para servir al bien común, de los que luchan por los que necesitan de verdad, de los que nutren las esperanzas con esperanzas reales, de los que no esconden a Dios al ámbito privado sino que son testigos de su amor y de su bendición aunque les cueste por ellos ser marginados y vilipendiados,... y tanto más.
El que contemple el paisaje actual mire con atención. En algún rinconcito del paisaje aparecerá el signo del Dios-con-nosotros que nunca revoca su decisión de amarnos y salvarnos. Aún hoy. Y por siempre.
Y porque lo veamos, no desesperemos, no dejemos de ser buenas personas, no dejemos que nos quiten nuestros valores, no nos envenenemos con los venenos del mundo de hoy, no nos dejemos arrebatar nuestra fe y nuestra espiritualidad sensata y concreta. Volvámonos creyentes, caminantes detrás del Maestro, hasta que aprendamos a ser sus discípulos misioneros que crecen en la experiencia del amor trinitario del Dios-con-nosotros.
sábado, 4 de diciembre de 2010
¿Convertido?
domingo, 28 de noviembre de 2010
PREPARADOS
Además el Señor cuando venga, no quiere que lo espere en mi casa como si Él viniera a mi casa a quedarse aunque sea un rato. Él viene para buscarnos y por eso nos avisa que estemos preparados, con los bolsos listos, para ir con Él. El que vive amando tiene los bolsos preparados.
lunes, 18 de octubre de 2010
Prestarse al que regala
El sacerdote cuando consagra no dice algo así como: "Miren que Jesús dijo que esto era su Cuerpo", sino que lo dice, prestándose a Jesús para que Él lo pueda decir hoy: "Tomen y coman, esto es mi Cuerpo".
Es Jesús quien da el don de su cuerpo y de su sangre. Pero lo dice por el sacerdote, que le presta su ser de varón para que Jesús pueda hacer sonar su propia palabra que con la fuerza del Espíritu transforma el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.
Es Jesús quien da el perdón, pero lo da por el sacerdote, que le presta su ser para que el perdón de Jesús llegue al que quiere reconciliarse.
El prestarle a Jesús el ser es un servicio de amor tanto por Él como por la gente. Ser sacerdote es ser servidor para que la gracia de Dios llegue a la gente.
Quien descubra que es llamado a ese servicio, quien descubra que en ese servicio se le pide tener el valor de desaparecer, y esté dispuesto a hacerlo, a brindarse como verdadero servidor, que se anime a hacerlo porque es una forma muy grande de amar hasta dar la vida, haciéndose servidor de todos, el último de todos, de lavar los pies como lo hizo el Maestro.
Oremos por que los llamados a ser sacerdotes lo hagan con la más profunda disponibilidad y docilidad de dejar aparecer a Jesús entre la gente, más que ellos.
Y que la comunidad de los creyentes busque a Jesús, más que a ellos, en los sacerdotes.
jueves, 9 de septiembre de 2010
El deber de los laicos de sostener el culto y la Iglesia en sus obras
Tengo que hablarles para formar conciencias, las conciencias de ustedes, porque tienen obligación de saber, comprender, asumir y responder a un deber que tienen como comunidad de la Iglesia. Y yo tengo el deber de formarlos en esto.
El sostener el culto de nuestra Iglesia, el sostenerlo económicamente, es un deber de ustedes los laicos, los miembros del pueblo de Dios.
En primer lugar porque nuestro culto católico debe ser sostenido por los católicos, así de simple. No van a sostener nuestro culto ni los evangélicos ni los testigos de Jehová, como nosotros no sostenemos económicamente el de ellos.
Nuestro culto abarca muchas cosas: en primer lugar, la asignación mensual a nuestros ministros ordenados, a nuestros sacerdotes, que tiene que permitirles vivir con dignidad.
En segundo lugar, tiene que sostener los gastos que se producen por las celebraciones: el mantenimiento de los edificios de nuestras parroquias y capillas, los servicios de agua, luz, gas, teléfono parroquial e internet, los elementos necesarios para la liturgia (ornamentos, libros, cantorales, hostias, vino, velas, flores, manteles, etc.), el equipo de sonido necesario, los instrumentos musicales, etc.
En tercer lugar, tiene que sostener todos los gastos administrativos de nuestra secretaría y del obispado por los servicios que se prestan desde el obispado a las parroquias.
En cuarto lugar, tiene que sostener otras obras que se hagan en la parroquia, obras edilicias o de misión, de catequesis o formación, de promoción o de asistencia.
No recibimos ningún subsidio de ningún lado.
Por tanto dependemos como Iglesia -quiero decir como comunidad eclesial que vive su fe, se reúne y celebra, obra y ayuda- de lo que los miembros de esta comunidad eclesial destine de sus bienes para esto.
Tienen el deber de ver los balances, tienen el deber de cuidar que se administre bien, pero tienen el deber de hacerse cargo de todo lo antes dicho para que seamos una Iglesia que cumpla con su deber evangelizador, catequizador, misionero, litúrgico, formador y transformador de nuestro mundo concreto.
La forma de hacer sus aportes puede ser variada, pero tiene que ser responsable. Si lo hacen como ofrenda dentro de la eucaristía tiene que hacerse con la conciencia de que es a Dios a quien se le hace ofrenda -y no debe ser mezquina puesto que Él no es mezquino con nosotros- y esa ofrenda es confiada a la Iglesia, en la persona del párroco y del Consejo de Asuntos Económicos, para que la administren. Dios no necesita el dinero, obviamente, pero sí lo necesita la Iglesia, porque no vive del aire, los servicios no nos los regalan, todo lo tenemos que pagar igual que cualquier familia.
La responsabilidad de ustedes tiene que tener presente que los dones que recibimos de Dios no tienen precio, porque son invaluables, no alcanzaría ni que nos vendiéramos todos nosotros para pagar ningún don de la Gracia de Dios. Por eso es justo que en gratitud a nuestro Dios lo honremos con un culto digno, con obras de caridad dignas, con celebraciones dignas, con una vida eclesial madura, fiel y firme, con nuestros sacerdotes -que dedican su vida a todos- viviendo dignamente con lo que la comunidad eclesial les asigna -según lo establezca el obispo- con suficiencia, donde todas sus necesidades más urgentes sean atendidas.
Las cosas que tienen las parroquias no son propiedad del párroco, sino de toda la Iglesia, son de todos y también son de nadie, quiero decir, que entre todos las cuidamos y no debemos decidir que se nos pierdan o se deterioren por negligencia consciente.
A veces ante una necesidad grande habrá que hacer algún evento que produzca un ingreso de dinero extra, pero si fueran conscientes de que el aporte de ustedes es un deber que debe ser asumido con responsabilidad podríamos llegar a hacer frente a todo sin necesidad de hacer eventos para que ustedes pongan más dinero.
Si le debemos a Dios todo, y estamos convencidos de que Él atenderá con creces a quien es generoso con Él, no tengamos reparo en destinar un parte de nuestros ingresos o de nuestros bienes para ofrecérselos. Cuanto más generosos seamos con Él más generoso será Él con nosotros.
Y esa parte destinada a la ofrenda tiene que ser como la destinada a otros pagos mensuales, ya está destinada para eso y no se toca para otra cosa.
Muchas costumbres de ustedes quizá deben cambiar. Lamentablemente se ve, hasta en muchos católicos, un ansia cada vez más creciente por el juego y esperar que se produzca el «milagro» de vernos favorecidos con las apuestas o los juegos en el casino o la quiniela, incluso se los oye decir que «si ganan van a donar a tal o cual capilla, etc.», como queriendo extorsionar a Dios de que haga ganar el premio. También se da la actitud de poner sólo un billete de dos pesos, o monedas, pudiendo poner más. Eso es como mentir, porque parece que hago ofrenda pero no ofrezco nada. Es una doble mentira porque es mentir frente a la comunidad de que hago ofrenda a Dios, y frente a Dios cuando todos sabemos que pudiendo poner más poner dos pesos es como no dar nada. No así el que no tiene, que muchas veces pone de lo que no tiene, y Dios valora enormemente ese gesto hecho de corazón. El que puede poner más debe poner más. El que tiene más dinero debe poner más dinero para suplir a los que no pueden hacerlo porque no tienen. Y no es contentarse con hacerlo una vez. Hay que ponerse contento de poder cubrir más gastos, porque es un acto de amor a Dios y a la Iglesia el hacerse cargo del sostenimiento del culto. El que puede poner 100 pesos no ponga 10, y menos 2. Ponga 100. Y el que puede poner 200, no ponga 100, porque está mezquinando. Y el que puede poner 1000, ponga 1000, o más si puede. Y hágalo todos los meses que pueda, porque debe hacerlo.
Lo tiene que hacer con el gozo de poder hacerse responsable del sostenimiento de la Iglesia, no sólo como pagando el servicio que pide a la Iglesia. Hacerse responsable del sostenimiento del culto y de las obras de la Iglesia es participar del culto y de las obras de la Iglesia también.
No piense torcidamente de cómo maneja la Iglesia los bienes que se le encomiendan. Si tiene dudas no las alimente, aclárelas. Pregunte al párroco, al Consejo de Asuntos Económicos, entérese, pregunte por qué son así las cosas y sáquese sus dudas, y cuando haya entendido aclare las dudas a otros. La Iglesia no es una empresa que lucra, somos una sociedad muy especial que hace que la comunidad honre y glorifique a Dios con su culto, sus obras, su formación y educación, su manera de actuar y de ayudar.
Si tiene ideas para aportar súmese, comparta esas ideas con el párroco, con el Consejo de Asuntos Económico y lo que decidan los responsables se hará.
Una vez que comprende todo esto eduque a otros a vivirlo, a hacerse también responsables de esto, sobre todo de los miembros de su familia. Cuando vaya en familia al templo, a alguna celebración no divida su ofrenda entre sus hijos o nietos para que ellos vayan a colocarla en la canasta. Vaya usted dando el ejemplo e invítelos a ellos previamente a que sacrificando algo propio también lleven su ofrenda a la celebración para depositarla en el momento que corresponde.
No piense que esto se debe hacer sólo una vez, o cada vez que el sacerdote lo diga o lo pida. Esto tiene que sonar en su conciencia siempre, como un deber ante Dios.
Piense cuántas bendiciones recibirán todos por un culto bien celebrado, por una catequesis bien dada, por las obras de caridad y de misión bien desarrolladas, y piense cuántos pecados suyos serán perdonados por gestos de amor reales, y este deber asumido es verdaderamente un acto de amor concreto y real por Dios y por la gente, a través de la Iglesia.
Hágalo con alegría, con verdadera alegría.
Si le da tristeza dar su ofrenda es que su dinero es dueño de su corazón, y no Dios.
Si busca excusas es que quiere mentir.
Si lo hace hasta sacrificando cosas legítimas entonces su caridad y su generosidad son auténticas.
Si lo hace con responsabilidad entonces su pertenencia al Pueblo de Dios es madura.
Si lo hace siempre es que ha asumido su lugar como hijo de Dios en la familia de la Iglesia, con sus derechos y sus deberes.
Jamás dude que Dios lo tendrá en cuenta.
sábado, 4 de septiembre de 2010
Sabiduría 2
Sabiduría
viernes, 20 de agosto de 2010
Puerta
lunes, 9 de agosto de 2010
Usar a Dios
jueves, 15 de julio de 2010
Volveré a verte
Dios había visitado a Abraham en la figura de los tres hombres a quien el patriarca había hospedado con gentileza impecable. Y esa visita vino con el don de una promesa que se haría realidad. Abraham, el anciano, tendría un hijo de su esposa Sara, el hijo de la promesa, el hijo que lo haría padre de multitudes, padre del pueblo de Dios.
Esa visita se habría de repetir, estaba prometido. Y se irían produciendo los hechos que se habían vaticinado y prometido, haciendo realidad la palabra anunciada, haciendo que fuera lo que no era.
Dios sigue visitando hoy, a cada uno, como a Abraham, con delicadeza y esperando nuestra acogida. Jesús también visitó a Marta y a María, en Betania, y también fue acogido.
Dios nos sigue visitando en nuestras vidas, en nuestros anhelos más preciados, en nuestras situaciones de dolor, en nuestras esperas interminables, en nuestra cotidianidad cargada.
Recibir a Dios, darle acogida, hacerlo pasar a nuestra casa, a nuestra realidad, es en primer lugar permitirle que forme parte de nuestro mundo, de nuestra historia. Pero en segundo lugar es darnos la posibilidad de dejarle intervenir, cayendo seguidamente en la cuenta de que Él nos está invitando a formar parte de Él, que todo nuestro mundo está en Él, y que nada se escapa de sus manos.
Él nos visita para quedarse, si queremos que se quede.
Nos visitará hasta que lo hagamos quedarse.
Nosotros también muchas veces sólo lo visitamos.
¿Cuándo nos animaremos a vivir en Él, con Él, y para Él?
jueves, 1 de julio de 2010
Lobos
Ovejas que deben ir aunque encuentren lobos.
Ovejas que deben ir hacia los lobos.
Ovejas que deben transformar los lobos en ovejas!
Pero algunos no querrán. Y aún sacudiendo el polvo de los pies para no llevarse de ellos nada pegado, habrá que anunciarles que pueden ser ovejas del Buen Pastor que está cerca tocando a sus puertas.
Hoy hay muchos lobos y con el crecimiento poblacional seguro que hay muchos más que entonces, y hay pocas ovejas, pocos obreros, pocos trabajadores del Reino.
No cesa de sonar esta Palabra, porque aún hay que hacerla realidad. Y nos tenemos que animar apoyándonos no en nosotros, ni en nuestras convicciones y capacidades, sino en la verdad del amor de Dios que vivimos convencidos y en la manifestación constante de su obra.
Pero los lobos están, y eso significa que hay que verlos, para saber esquivar sus mordidas, sus ataques, sin callar por miedo ni por debilidad. Los lobos no tienen la mentalidad de la oveja. No tienen piedad, por lo tanto no la busquemos en ellos. Hay que transformarlos en ovejas para pedirles cambios. Nos vendría bien, si alguna vez fuimos lobos, recordar cómo nos cambió el Señor en ovejas y cómo luego fuimos aceptando los cambios más profundos que diariamente nos exige.
No busquemos que los lobos sientan como las ovejas, no se manejan con los mismos criterios. Hay que hablarles en el lenguaje que ellos entiendan, que muchas veces nos exigirá a nosotros revisar el nuestro. Habrá que hablar con inteligencia, con firmeza, con la elocuencia que viene del Espíritu, y no con nuestras categorías, ni nuestros esquemas, sino con los de Dios. Habrá que volverse dóciles al Espíritu para que Él pueda obrar a través de nosotros.
Habrá que mirar al lobo a los ojos, y ver a la oveja que espera Dios que salga de su interior. Y amarlo con el amor de Dios, con la paciencia y la insistencia de Dios, con la firmeza y la verdad de Dios.
martes, 1 de junio de 2010
Dejarse amar por Dios
sábado, 29 de mayo de 2010
En paz con Dios
lunes, 10 de mayo de 2010
Ascensión y alabanza
Ese gesto de Jesús se prolonga siempre, somos siempre bendecidos. El permanecer en el gozo es nuestro, es fruto de permanecer en la alabanza en el templo, con los hermanos.
miércoles, 5 de mayo de 2010
Templo
El problema que tienen los que quieren negar la necesidad del templo es que les resulta difícil aceptar la gente que se reúne en el templo. Hay que madurar para aceptar la familia tal como es.
martes, 20 de abril de 2010
Escuchar la voz
lunes, 5 de abril de 2010
Apóstoles resucitados
¿Son acaso los signos y prodigios de los apóstoles signos de Jesús resucitado?
Si son los apóstoles considerados como superhombres o una especie de
hombres divinizados, hombres-dioses, o algo así, se oscurece la
realidad de la resurrección.
La resurrección de Jesús es algo tan nuevo, que sobrepasa hasta los
prodigios que podamos imaginar. Porque la resurrección abre la nueva
creación, la creación definitiva, es el signo de la nueva creación, es
la obra maestra del trabajo del Padre.
Los prodigios son de este mundo y la resurrección es del nuevo mundo.
Hay que hacer el camino desde este mundo hasta el otro, desde nuestro
estilo de vida al estilo de vida de los resucitados.
Este camino es en fe para nosotros. Significa que es en adhesión a
Dios porque Dios es Dios y hace nueva las cosas. Es en adhesión a Dios
obedeciéndole, pero sin ver nada, sólo creyendo lo que nos anunciaron
los apóstoles: que Jesús ha resucitado. Al aceptar la resurrección se
acepta que Dios tiene la última palabra, tiene la victoria sobre todas
las luchas, tiene el poder sobre el mal, sobre el pecado y sobre la
muerte. Esa victoria y ese poder se muestran en los signos del Señor
vivo, en los prodigios que asombran y abren la mente para acrecentar
el creer en el Señor resucitado.
La obediencia de los apóstoles al Espíritu Santo es el mayor signo de
la vida nueva de los hijos de Dios redimidos por Cristo, opuesta a la
desobediencia de Adán y Eva y de toda la humanidad.
Los signos y prodigios de los apóstoles señalan al pueblo a quién hay
que obedecer. Y hasta que no lo hagan no vivirán camino a la
resurrección. Si pretenden sacarle a Dios favores para vivir en este
mundo con menos problemas pero sin querer su voluntad sobre todo,
siguen muertos.
viernes, 19 de marzo de 2010
Algo nuevo
martes, 9 de marzo de 2010
La Iglesia es de pecadores, y para los pecadores.
miércoles, 3 de marzo de 2010
FRUTOS
Lc 13, 1-9: En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió:«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás.”»