miércoles, 3 de marzo de 2010

FRUTOS


Lc 13, 1-9: En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió:
«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».
Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”
Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás.”»
Jesús nos dice que podemos vivir y morir sin haber dado frutos, por eso advierte que la muerte puede venir sin darnos oportunidad de convertir nuestra vida para que sea como el evangelio nos enseña. ¿Y de qué nos va a servir haber vivido si perdemos la Vida?
¿Y qué frutos estará esperando nuestro Señor hallar en nuestra higuera, es decir, en nosotros? ¿qué acciones y qué actitudes espera encontrar? En esta cuaresma nos está removiendo la tierra y nos está dando su fuerza vital por su Espíritu en la Iglesia para que comprendamos qué tenemos que cambiar en nosotros.

2 comentarios:

  1. Siempre me maravilla el grandísimo amor que Dios nos tiene.
    Y su infinita misericordia y justicia.
    Es esta justicia lo que más me asombra. Estamos acostumbrados a pensar en términos de justicia humana en castigos y premios, en víctimas y delincuentes.
    La justicia de Dios no es así.
    Él siempre busca la conversión de cada uno, tanto de quien se reconoce pecador, se arrepiente y quiere cambiar , como la de aquél que dice que la culpa es del otro y que no quiere convertirse, y hasta es capaz de odiar y no querer perdonar a quien lo ofendió.
    He escuchado a muchas personas amenazar a otras con la justicia de Dios, sin reconocer que también necesitan de esa justicia de Dios que busca su conversión.
    También he escuchado a quienes ante el pedido de perdón por una ofensa dicen : “yo no soy Dios para perdonarte”, y se quedan tranquilos con lo que con tanta dureza de corazón han dicho, como si eso los eximiera del perdón que el mismo padrenuestro nos dice que debemos dar a los que nos ofenden.
    Nuestro Dios es un Dios de amor, de misericordia y de justicia. Como hijos suyos seamos capaces de ver esas actitudes tan alejadas de Él que tantas veces con toda nuestra soberbia expresamos.
    Hagamos nuestro esfuerzo de conversión, arranquemos de nuestro corazón, de nuestro espíritu, toda soberbia, toda venganza, toda dureza de corazón, toda falsa justicia y toda falsa imagen de Dios.
    Día a día Dios nos llama a convertirnos, no desaprovechemos cada oportunidad.
    El tiempo de conversión es hoy.
    Ahora.
    Ya.

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  2. Dios me da un tiempo de conversiòn siempre: ¿lo uso para convertirme?Me miro?Veo mis faltas de humildad, de amor, de generosidad, de disponibilidad,docilidad y escucha a la voluntad de Dios?Si lo veo:doy el paso de arrancar de mi, mis mañas, mis seguridades aunque me duela?Recibo la correcciòn fraterna de quien Dios me pone que me ayude? Me ocupo de cambiar mis malas actitudes o me distraigo y gasto mi tiempo de conversiòn y esfuerzo mirando las actitudes que tiene que cambiar el otro? Somos muy valientes para marcar los defectos en el otro, le pasamos la hoz bien afilada, pero para nosotros la tenemos desafilada, esto serìa nuestras justificaciones. Es mi desafìo y mi responsabilidad convertirme y ayudar con humildad a otros en su camino de conversiòn.

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