lunes, 18 de octubre de 2010

Prestarse al que regala

El Papa Benedicto dijo a los sacerdotes al clausurar el Año Sacerdotal que los sacerdotes le prestan a Jesús su ser para que Él pueda dar su vida, gracia, amor, perdón, consejo y Espíritu a la gente, y esa experiencia es absolutamente real. 
El sacerdote cuando consagra no dice algo así como: "Miren que Jesús dijo que esto era su Cuerpo", sino que lo dice, prestándose a Jesús para que Él lo pueda decir hoy: "Tomen y coman, esto es mi Cuerpo". 


Es Jesús quien da el don de su cuerpo y de su sangre. Pero lo dice por el sacerdote, que le presta su ser de varón para que Jesús pueda hacer sonar su propia palabra que con la fuerza del Espíritu transforma el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre. 
Es Jesús quien da el perdón, pero lo da por el sacerdote, que le presta su ser para que el perdón de Jesús llegue al que quiere reconciliarse.
El prestarle a Jesús el ser es un servicio de amor tanto por Él como por la gente. Ser sacerdote es ser servidor para que la gracia de Dios llegue a la gente.
Quien descubra que es llamado a ese servicio, quien descubra que en ese servicio se le pide tener el valor de  desaparecer, y esté dispuesto a hacerlo, a brindarse como verdadero servidor, que se anime a hacerlo porque es una forma muy grande de amar hasta dar la vida, haciéndose servidor de todos, el último de todos, de lavar los pies como lo hizo el Maestro.
Oremos por que los llamados a ser sacerdotes lo hagan con la más profunda disponibilidad y docilidad de dejar aparecer a Jesús entre la gente, más que ellos. 
Y que la comunidad de los creyentes busque a Jesús, más que a ellos, en los sacerdotes.