lunes, 10 de mayo de 2010

Ascensión y alabanza

"Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios." (Lc 24, 50-53) 
 
El camino de Jerusalén a Betania es corto, y el paseo debe haber sido bien apacible con la presencia de Jesús infundiéndoles tanta paz y tanta seguridad...
Y el Señor levanta sus brazos, extiende las manos sobre ellos y los bendice, luego es separado de ellos y llevado al cielo.
Pero a ellos les queda la alegría y el gozo que los lleva a ir al templo a alabar.

Ese gesto de Jesús se prolonga siempre, somos siempre bendecidos. El permanecer en el gozo es nuestro, es fruto de permanecer en la alabanza en el templo, con los hermanos.
Si la alabanza se corta es porque se corta nuestra memoria de sus bendiciones. Y aunque la vida a veces es dura y nos golpea fuerte, los beneficios que Dios siempre ha hecho y hace por nosotros son motivo suficiente para alabar sin cesar.

Cuando la tristeza nos ha arrebatado la alabanza, alabar a pesar de estar tristes devuelve la alegría.

El Señor se fue de nuestras manos, pero no se alejó.
Se separó porque su condición ahora es la de estar junto al Padre en su gloria, pero su gloria queda entre nosotros en la asamblea que celebra su presencia sacramental, en la Iglesia que vive la caridad con una fortaleza madura y constante, la que acompaña al hombre para ayudarlo a ser libre y a vivir dignamente como ser humano y feliz como hijo de Dios responsable y adulto en la fe. 
El Señor fue llevado al cielo, pero no interrumpió su comunión con nosotros.
Fue a la presencia del Padre, pero para interceder por nosotros.
Vendrá de la misma manera que lo han visto partir, suavemente, pero en su gloria, en la paz para los que creen y lo esperan, porque Él dijo "No se inquieten ni teman".
No cabe quedarnos mirando al cielo...
Hay que buscar al hombre y hacer nuestra misión.

4 comentarios:

  1. Te alabo Señor porque todo lo haces bien, a su justo y debido tiempo.
    Te alabo Señor por tu amor personal por cada hombre.
    Te alabo por tu justicia y tu santidad.
    Te alabo por tu ternura y tu cariño paternal.
    Te alabo por tu firmeza para guiarnos hacia Tí.
    Te alabo por tu providencia.
    Te alabo por tu Misericordia y tu perdón.
    Te alabo por tu presencia constante en la vida de cada persona.
    Te alabo por todo lo que has creado y mantienes con tu sabias leyes.
    Te alabo porque te manifestaste a los hombres para que nos relacionemos contigo.
    Te alabo porque cuando nos alejamos de Tí, Tu te acercas a salvarnos.
    Te alabo Padre porque enviaste a Tu Hijo Jesús a salvarnos.
    Te alabo Jesús porque te hiciste hombre como nosotros.
    Te alabo porque elegiste a María por madre tuya.
    Te alabo porque tu predicación y tu vida nos muestran la voluntad del Padre, y al Padre mismo.
    Te alabo Jesús porque elegiste para la Iglesia a gente simple, humana, con pecados pero dispuestos casi todos a convertirse.
    Te alabo por tu Pasión y Muerte.
    Te alabo por tu Resurrección y Ascención.
    Te alabo Jesús porque con el Padre nos enviaste al Espíritu Santo.
    Te alabo Santísima Trinidad por tu unidad.
    Gracias por darme el don de la vida y crear mi espíritu.
    Gracias por llamarme a participar de Tu Familia.
    Gracias por mi bautismo y por cada vez que la gracia me llegó por algún sacramento.
    Gracias por la familia humana que me cuidó y amó.
    Gracias por la familia que formé, por mi esposo y porque a través nuestro pasó la vida a nuestros hijos y de ellos a los nietos.
    Gracias porque siempre estás, siempre oyes con atención, siempre respondes a nuestras súplicas del mejor modo.
    Gracias por lo que no entiendo, no sé y no veo.
    Gracias por todo.
    Gracias porque Tú eres Dios.
    Tuyo es el Reino,tuyo el Poder y la Gloria, por siempre Señor.

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  2. Las dos últimas frases me empujan a no quedar inmóvil, a no quedarme mirando el cielo.
    Es una tentación quedarme esperando que Él vuelva sin hacer nada. Es más cómodo.
    Pero es esa inercia que deja vacío.
    Y Él nos quiere sirviendo a los otros, acercándonos a ellos con respeto y escuchándolos con atención, mientras escuchamos lo que Dios quiere que le digamos a esa persona, que con tanta confianza nos cuenta sus cosas, esperando que le demos la palabra que le lleve luz, que le lleve el amor de Dios a su vida.
    Es mi responsabilidad acercar el amor de Dios a esa persona del modo que Dios quiere y que seguramente esa persona necesita.
    La actitud infantil sería descargar esa responsabilidad mía en otros, no hacerme cargo de la ignorancia de mi hermano.
    Pero soy adulta por eso decido asumir mi misión y responder a Dios con alegría, con la seguridad que Jesús ante el Padre intercede por nosotros.

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  3. Hay que buscar al hombre y hacer nuestra misión.

    Buscar al hombre...difícil. Hay que mirar abajo.
    Pero abajo esta la tierra, el polvo, las espinas, las piedras, la sangre de heridas leves o profundas. Abajo está el olor de los desechos, de las heridas infectadas, de la fruta podrida porque no fue cosechada a tiempo...abajo se convive con el dolor, el escándalo, la injusticia, las violencias.
    Arriba está el cielo azul, las nubes blancas, la luna, las estrellas, el sol y la imagen figurada de Dios,y de aquellos a los que llamamos hermanos, pero mirando hacia lo alto , no nos permitimos verlos.
    Pero Dios contiene , el abajo y el arriba.
    Y abajo está "el hombre" donde tambien estamos los que hemos tenido la gracia de descubrir a Dios.
    Pero también está el "hombre" que no lo conoce, que sufre y hasta huele mal. Ese hombre que Dios ama infinitamente y que muchas veces no veo y que es"mi hermano" concreto, el que está junto a mi.
    Ese hermano, que para atenderlo, necesito pisar el barro, oler las heridas sin escandalo y abrazarlo con amor como él lo necesita y Dios me pide que lo haga.

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  4. "la felicidad no nos la dá el TENER, la felicidad nos la dá el COMPARTIR lo que tenemos con nuestros hermanos".
    esto no solo se aplica a lo material sino a TODO lo que tenemos, especialmente lo espiritual.

    PORQUE JESUS SE INSTALÓ EN MI CORAZÓN(no por merito mío,sino por su infinta gracia)...QUE GRAN FELICIDAD PODER COMPARTIR A JESUS CON MIS HERMANOS!

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